Se encuentra Tierra en una habitación llena de estanterías, repletas de libros viejos y con clara apariencia artesanal, sentado en la mesa del centro, con la luz de las velas de alrededor iluminando el libro de hace varios siglos atrás; no conocía realmente su fecha por lo viejo que era, pero gracias a la descripción de los inicios de una nueva aldea, podía saber que databa de finales de la guerra.
Los restos de los escombros que dejó la guerra
se usaron para crear caminos que se pudieran diferenciar del resto del suelo,
con el fin de que los pequeños, que aún no supieran captar la energía de sus
padres, pudieran guiarse a sus nuevos hogares sin mucha dificultad. Muchos de
los agujeros se utilizaron para sentar las bases de las nuevas casas.
El lago, su tan preciado lago,
comenzó a ser limpiado de los restos de pólvora que había dejado los ahora
llamados Denavienses – o al menos ese nombre llegó a escuchar uno de los espías
– por varios voluntarios Aquerium.
Las cenizas se usaron para
revitalizar la tierra, y poder volver a iniciar los cultivos comunitarios.
Los pocos que quedaban
trabajaban. Desde los más viejos que lograron sobrevivir, hasta los más chicos
con gran energía.
No podía evitar sentir su pecho estrujarse
al leer nuevamente esa historia. Cómo de miles de Arcenial apenas quedaron unos
cientos, y cómo muchos de ellos apenas pudieron salir vivos de esa injusta
batalla. Cómo ancianos perdieron a sus hijos, a sus nietos. Cómo niños
perdieron a sus padres y hermanos. Cómo familias enteras se desvanecieron entre
los escombros.
Pero nada de eso es realmente diferente a
su situación actual.
¿Cómo es que siquiera han
podido sobrevivir por tanto tiempo? Tan cerca de ellos.
Suspira. ¿Cómo va a encontrar
algo con esto?
¿Qué estaba tratando de
hallar, de todos modos?
-Hola.
Una
voz suave, casi susurrante, lo saluda desde sus espaldas.
De estar tan sumergido en sus
pensamientos, no lo había sentido llegar.
Tierra: Ah, hola.
Hielo: ¿Necesitas ayuda?
Tierra: Ni siquiera sé qué
estoy buscando… lo más viejo que hay apenas cuenta sobre cómo Arnerys se volvió
a levantar después de la guerra. Todo lo anterior a ello fue destruido.
Hielo: Hum… *mira las
estanterías* son muchos siglos de información.
Tierra: Este ni siquiera dice
qué fecha tiene… y ni siquiera yo he podido llegar a leer todo. Aunque la
mayoría son registros de nacimientos y decesos.
Hielo: Hum…
Se acerca a la estantería que tiene en
frente, y toma uno de los libros.
Hielo: Quiero ayudarte… yo te
pedí eso, debo al menos ayudarte a buscar.
Tierra: … gracias.
Hielo: *asiente, y se acerca a
un pequeño asiento a un costado del escritorio, y allí se sienta para leer*
Tierra: (Ni siquiera sé qué
estoy buscando… hm)
Hielo: ¿Has encontrado algo?
Tierra: La verdad ni sé qué
estoy buscando. Encontré un manuscrito sobre los inicios después de la guerra,
pero la verdad no sé qué tomar de aquí…
Hielo: Hm… ¿crees que con magia
puedas contactar con las almas?
Tierra: Aún no he visto eso. No
sé cómo lo haré.
Hielo: Podrías intentar con
Jayden.
Tierra: Hum… puede ser un buen
inicio. De alguna manera podría encontrar cómo sus almas están juntas en el
cuerpo de James…
Hielo: Dijo que iba a tener un
hermano gemelo, pero murió antes de nacer.
Tierra: Y entonces el alma de
Jayden se ancló al cuerpo de James… nunca antes me había interesado el mundo
espiritual… ni siquiera sabíamos que si quiera existía.
Hielo: Al parecer no todos
llegan a convertirse en estrellas.
Tierra: Eso veo… *suspira*
supongo que podemos empezar por intentar una sesión de espiritismo con James y
Jayden.
Hielo: ¿Sesión de espiritismo?
Tierra: Por ponerle un nombre.
¿Te gusta?
Hielo: Está bien.
Tierra: *sonríe levemente* Esa
es la actitud *se levanta para recoger los libros y guardarlos en su lugar*
bueno, tengo mucho que hacer aparte de esto.
Hielo: Yo estoy libre. Me
quedaré aquí leyendo.
Tierra: Oh, claro. Gracias.
Una vez acomoda los libros, abandona el
lugar para seguir con sus responsabilidades como Hartnes. Aunque lo intentara, no lograba sacar de su
mente el tema de Jayden. Algo se le debía ocurrir.
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Por los enormes y casi interminables
pasillos del palacio de Celeradise, un Arcenial de baja estatura caminaba
sumido en sus pensamientos. También, deseaba llegar a esa gran biblioteca que le
llamaba para perderse allí por horas. Las ojeras ya las tenía, pero ahora ya se
podían excusar con los estantes infinitos repletos de libros que le faltaban
leer.
Por tener la mirada en el suelo, y la
cabeza por las nubes, tropieza con alguien más alto que él. Esto lo hace
regresar a la tierra, y alza la mirada para encontrarse con el chico que llegó
hace no mucho.
Hector: Ah- perdón- yo… no me
fijé…
???: Oh, descuida… tampoco estaba atento
por dónde iba.
Hector: *asiente muy levemente*
???: No te había visto antes…
Hector: Ah, sí, llegué hace
poco con mi hermano y un amigo. Los príncipes nos dejaron quedarnos.
???: Ya veo… ¿hacia dónde ibas?
Hector: A la biblioteca.
???: Am… la biblioteca está para allá
*señala hacia otro pasillo, más detrás de Hector*
Hector: … ah- rayos n.ñ todavía
no me acostumbro bien…
???: No pasa nada, es normal. El palacio es
enorme.
Hector: Sí, je… me he dado
cuenta.
???: Hm… podría acompañarte si gustas, y
así no te pierdes.
Hector: Ah, pues… claro n.ñ disculpa…
???: No te preocupes. Vamos. *empieza a
caminar, seguido por Hector*
Hector: (Podría… decir algo…)
Mira de reojo al chico que acaba de
conocer, intentando pensar en qué decir para que el ambiente no fuera tan incómodo,
pero la timidez le gana por completo.
Alto (aunque cualquiera es más
alto que él), delgado, el cabello azul con mechones verdes y unos lindos ojos
rosados.
Sonrojado vuelve a mirar al
frente. ¿En qué está pensando? Aunque sí es lindo, apenas se acaban de dirigir
unas cuantas palabras. Es serio, juzgando por su mirada calmada y el hecho que
no ha dicho nada más en todo el camino hasta llegar a la biblioteca.
???: Aquí estamos.
Hector: Oh vaya, de verdad que
me desvié n.ñ
???: Descuida. Al final uno se acostumbra y
se aprende algunas rutas.
Hector: Entiendo… gracias.
???: No hay de qué.
Hector: Y, am… ¿cómo te
llamas?
???: ¿Hm? Oh… Abalone, Aurel.
Hector: Abalone… yo soy Hector
n.n
Aurel: *sonríe levemente* Mucho gusto.
Hector: Igual…
Aurel: Bueno… nos vemos luego.
Hector: Sí, claro.
Y lo ve irse.
No muchos segundos después
camina al interior de la biblioteca, donde se pierde por unas horas más en el
día para poder evitar pensar en otras cosas que ya le estaban comenzando a
hacer ruido en la mente. A veces funciona, pero un día como hoy, no.
Ya ni tan siquiera sabía qué era. Todos
los pensamientos se estaban solapando unos encima de otros, y sin poder acabar
uno, aparecía otro, y regresaba otro más que ya había repasado.
Leyó con todas sus fuerzas,
pero.
Al final.
Se dejó llevar por las
lágrimas.
Y lucha como puede para no estampar la
cabeza contra la mesa. Con esas palabras lo piensa, para tratar de darle un
poco de… ¿humor? ¿Para intentar sobrellevarlo? Tal vez. Ya le dio suficientes
problemas a su madre y su hermano. Ya no están viviendo en esa ciudad tan
horrorosa.
¿Ya de qué puede quejarse?
No debería. Ya están viviendo
mejor.
Pero deja el libro a un lado
cuando ya una esquina de la página está empapada en lágrimas.
Escondido en lo más recóndito de la
inmensidad de la biblioteca, rodeado de incontables estanterías repletas, donde
nadie lo podrá escuchar.
En realidad, es también su lugar privado
para llorar.
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